Hoy es el Día de la
Biblioteca Escolar, una iniciativa que surge en 1997 por parte de la
Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil como homenaje a la
labor que desempeñan los bibliotecarios/as.
Desde nuestra Biblioteca Tortulibro queremos sumarnos a la celebración de
este día realizando actividades
durante toda la semana del 24 al 28 de octubre bajo el lema “Me gusta mi
biblioteca”, con el objetivo de que el alumnado la conozca y disfrute con ella.
Para ello se ha elaborado una guía de usuario de biblioteca, tanto
en formato Word como en formato digital para que el profesorado pueda trabajar
con su alumnado en el horario de visitas o en las aulas. Es importante que
todos nuestros lectores conozcan el funcionamiento de la biblioteca escolar, así
como sus normas y los servicios que presta.
Por otro lado, también ofreceremos “un libro gigante” para
trabajar la creatividad literaria con los niños/as. Podrán inventar cuentos,
poesías, adivinanzas, realizar ilustraciones…, y plasmarlos en el libro, el
cual estará en la biblioteca durante todo el curso escolar; para que poco a
poco se vaya completando con los trabajos colectivos de los distintos grupos.
Para finalizar, os dejamos el pregón que, con motivo de esta celebración,
se encarga cada año a un escritor y a un
ilustrador, ambos de reconocido prestigio, y que este año ha recaído en dos
mujeres: “Ledicia Costas, última ganadora del Premio Nacional (Escarlatina,
a cociñeira defunta) y del Premio Lazarillo (Jules Verne e a vida
secreta das mulleres planta), y la ilustradora Elena Odriozola, también
galardonada con el Premio Nacional de Ilustración en 2015".
Hoy os invitamos a su lectura que
es, verdaderamente, una maravilla:
Una luciérnaga es una isla perdida
en la noche más densa. Cien luciérnagas, una constelación misteriosa que marca
el rumbo hacia otros universos. Así, con esa estrategia de luz, se organizan
los libros que moran en las bibliotecas. Son caricias fosforescentes que
incendian los sueños y recomponen los corazones grises hasta hacerlos recobrar
su color rojo brillante. Cualquier individuo que padezca el síndrome del
corazón gris, debería ponerse en manos de un experto y visitar una biblioteca.
Para escribir un libro, además de
hacer malabarismos con las palabras hay que ser una desvergonzada o un loco. Un
atrevido, una excéntrica descontrolada. Llevar un calcetín de lunares, otro de
rayas y los pelos de punta. Una cresta como las que lucen las cacatúas sería un
peinado muy interesante para un escritor. Solo las mentes más disparatadas son
aptas para escribir libros. Pero para custodiarlas no es suficiente con tener
un desajuste en los cables cerebrales. Es indispensable ser de fuera. Un
extraterrestre. Las bibliotecas albergan seres con antenas giratorias, cerebros millométricos que memorizan títulos rebuscados, rimbombantes, campanudos. Las personas
que custodian libros siempre me han parecido criaturas singulares. Están
dotadas de extremidades retráctiles que estiran y estiran hasta alcanzar aquel
volumen al que parecía imposible acceder. A continuación, como si nada, se
recomponen y todo vuelve a su posición natural. Parecen seres humanos, pero a
poco que les observes percibirás que no son de aquí. Una de las cosas que más
me fascina de los bibliotecarios es su cerebro. ¡Me parecen tan listos! Los
libros fabrican pensamientos. Pasar tantas horas dentro de una factoría de
ideas es bueno para tener un corazón rojo y brillante y una cabeza repleta de
planes fantásticos.
Alguien me ha contado que el 24 de
octubre es el Día de la Biblioteca. Sería genial organizar una fiesta con
confeti y pompas de jabón. Celebrarla por todo lo alto. Me encantaría vestirme
para tal ocasión como el personaje de algún libro, sentarme en la mesa de una
biblioteca de la ciudad donde vivo y esperar a que fueran a visitarme. En las
bibliotecas puedes ser quien tú quieras. Desde Mary Poppins hasta Matilda,
Atreyu, Drácula o incluso Pippilotta Viktualia Rullgardina Krusmynta
Efraimsdotter Långstrump. Puedes ponerte botas de pelo, plumas, zancos y
sombreros. ¡Sombreros! ¡Eso es! Imagino a una pequeña lectora acercándose a mí
discretamente, atraída por los colores y formas de mi sombrero:
—Sombrerera loca, ¡qué fiesta más
maravillosa! ¿Sería tan amable de servirme una taza de té?
Yo se la serviría con mucho gusto,
poniendo cara de mujer refinada, y luego ambas haríamos ruido al tragar.
Sonaría algo parecido a glup glup glup. Y antes de que nos diese tiempo de
romper a reír de forma desenfrenada, aparecería el bibliotecario, como surgido
de la nada, que para eso poseen la facultad de materializarse delante de ti en
el momento más inoportuno, y nos advertiría de que las bibliotecas no son
merenderos. Hay que reconocer que son únicos custodiando tesoros.
Extraterrestres con el corazón rojo y brillante. Qué cosa tan extraordinaria.
¡Feliz Día de la Biblioteca!